Hambre emocional: cómo se relaciona tu cuerpo con lo que sientes

Hambre emocional: cómo se relaciona tu cuerpo con lo que sientes

No siempre tienes hambre de comida. A veces, es de calma, contención o ternura.

¿Alguna vez has sentido que comes sin tener hambre física? ¿Que vas directo al refrigerador cuando estás estresada, triste o simplemente aburrida? Eso tiene un nombre: hambre emocional. Y no, no es una falla. Es una respuesta humana, natural y mucho más común de lo que creemos.

El hambre emocional aparece cuando usamos la comida como una forma de regular lo que sentimos. Porque sí, comer alivia. Por un momento. Pero cuando ese gesto se vuelve automático, repetitivo o está cargado de culpa, es necesario mirar más profundo.

Entender, no juzgar

Hablar de hambre emocional no es acusar a nadie de “comer mal” o de tener poca fuerza de voluntad. Al contrario: es abrir espacio para una conversación que nos acerque más a nosotras mismas, a lo que sentimos y a cómo lo gestionamos.

Nuestro cuerpo no es un robot. Es un sistema vivo, complejo, que recibe señales desde lo que comemos, lo que pensamos, lo que sentimos. Y nuestra relación con la comida es un reflejo de muchas cosas: nuestra historia, nuestras emociones, nuestros hábitos, incluso nuestras heridas.

Señales de que no es hambre física (y está bien)

El hambre emocional suele aparecer de forma repentina, y muchas veces está relacionada con antojos específicos (dulce, salado, algo crujiente). No suele calmarse con una comida nutritiva, y después de comer, es común que aparezca culpa, pesadez o frustración.

¿Te ha pasado? No estás sola.

No se trata de eliminar esa respuesta, sino de entenderla. De preguntarte:

  • ¿Qué siento realmente en este momento?

  • ¿Qué necesito, más allá de la comida?

  • ¿Hay alguna emoción que estoy evitando sentir?

Cultivar una relación más amorosa con la comida (y contigo)

La clave no es el control. Es la conciencia. Es aprender a diferenciar el hambre física del hambre emocional sin juzgarte. Y también, darle espacio a otras formas de cuidar tu mundo emocional:

  • Hablar con alguien de confianza.

  • Escribir lo que sientes.

  • Respirar profundamente por un par de minutos.

  • Salir a caminar o mover el cuerpo suavemente.

  • Permitirte sentir, sin culpa.

Y si decides comer, que sea una decisión desde el autocuidado, no desde la culpa.

La comida no es el enemigo. Es una herramienta. Una compañía. Un lenguaje.

Y como todo lenguaje, se puede aprender a usar desde un lugar más amable, más consciente, más tierno contigo.

En KIRA creemos en ese tipo de bienestar: el que no se mide en calorías, sino en cómo te sientes contigo. En cómo aprendes a cuidarte con suavidad, incluso en los días más difíciles.

Firmado,
KIRA


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