Cómo volver a ti: reconectar cuando todo va demasiado rápido
Hay días en los que el mundo parece ir más rápido que tu respiración.
Tu mente corre, tus pendientes se multiplican y sientes que apenas te alcanza el aire para existir. En medio de ese torbellino, desconectarte de ti misma puede parecer inevitable.
Pero no lo es.
A veces, volver a ti solo requiere un momento de conciencia, una respiración más larga, un gesto de presencia.
Primero, detente
El primer paso para reconectar no es hacer más.
Es detenerte.
Cerrar los ojos.
Sentir tus pies sobre el suelo y recordar que estás aquí, ahora.
No necesitas una hora de meditación ni un viaje a la montaña.
Solo una pausa sincera.
Puede ser mientras tomas café, caminas sin auriculares o simplemente te quedas en silencio unos minutos.
Esa quietud, aunque parezca pequeña, es el espacio donde vuelve tu centro.
Escucha tu cuerpo, no tu agenda
El cuerpo habla cuando la mente no para.
A veces lo hace con tensión, con cansancio, con una sensación de “ya no puedo más”.
Otras, con un simple suspiro que te pide bajar el ritmo.
Reconectar es volver a habitarte.
Preguntarte:
¿Cómo me siento hoy, realmente?
¿Qué necesito en este momento?
Y escuchar la respuesta sin juzgarla.
Tal vez sea descansar, tal vez moverte, tal vez llorar. Todo vale.
Porque cada señal del cuerpo es una forma de sabiduría.
Pequeños rituales que te devuelven a ti
Volver a ti no requiere grandes gestos, sino constancia amorosa.
Algunas prácticas simples que puedes probar:
Respirar, tres respiraciones profundas antes de empezar el día. Inhalar calma, exhalar prisa.
Apagar el ruido, dedicar una hora sin pantallas para estar contigo: leer, escribir, cocinar, o simplemente no hacer nada.
Escribir lo que sientes, poner en palabras lo que pasa dentro te ayuda a soltar lo que pesa.
Elegir la ternura, tratarte con la misma paciencia con la que cuidas a los demás.
El regreso no tiene que ser perfecto
No hay una forma correcta de volver a ti.
A veces llegarás en calma; otras, llena de cansancio o frustración.
Lo importante es no dejar de regresar.
Porque cada vez que lo haces, algo dentro se acomoda.
Y ese pequeño gesto, ese “vuelvo a mí”, es un acto de amor propio, de coraje y de presencia.
Recordarte que estar bien no es hacerlo todo, sino sentirte entera mientras lo haces.
Y cuando el ruido vuelva a subir, cuando el mundo corra otra vez,
siempre podrás cerrar los ojos y repetir en silencio:
✨ “Vuelvo a mí. Aquí es donde empiezo de nuevo.”
Dejar un comentario