Hacer pausa también es parte del entrenamiento

Hacer nada, también es hacer algo por ti
Vivimos en una cultura que celebra la velocidad, el esfuerzo sin descanso, el “no pain, no gain” como mantra. Pero, ¿qué pasaría si te dijera que frenar también es avanzar? Que descansar también es moverse. Que una pausa, lejos de alejarte de tus metas, puede acercarte a ti.
Descansar no es perder el tiempo. Es darte espacio para respirar, escucharte y reconectar. En un mundo que exige constancia y rendimiento, aprender a frenar es un acto de valentía. Y de amor.
El descanso también es disciplina
Sí, levantar pesas requiere fuerza. Correr una maratón requiere constancia. Pero parar… parar requiere coraje. Porque nos han hecho creer que solo somos valiosas cuando estamos haciendo algo. Que si no entrenas, no avanzas. Que si no produces, no sirves.
Pero el cuerpo tiene su propio lenguaje. Y una de las formas más sabias de escucharlo es a través del descanso: ese silencio que te devuelve a tu centro.
Dormir bien. Tomarte un día libre. Estirar sin prisa. Apagar el ruido. Alejarte un momento. Todo eso también forma parte de tu proceso. Porque no puedes moverte bien si no sabes parar.
Pausar para sentirte
Hay pausas que curan. Otras que revelan. Algunas que simplemente te recuerdan que estás viva.
Hacer una pausa es más que “no hacer ejercicio”. Es crear espacio para que lo emocional también tenga cabida. Para que tu mente y tu cuerpo se encuentren sin exigencias.
Porque el bienestar no se mide solo en calorías quemadas o kilómetros recorridos. Se mide también en la calidad del descanso, en el respeto hacia tu energía, en tu capacidad de cuidarte incluso cuando no haces “nada”.
Tu valor no depende de cuánto haces. Sino de cómo te cuidas en el camino.
Haz de tu pausa un ritual
La próxima vez que sientas que necesitas parar, hazlo sin culpa. Hazlo con intención. Con el mismo respeto con el que entrenas.
Porque descansar también es parte del entrenamiento.
Y en esa pausa… también estás creciendo.
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